Por: Alberto Vázquez de la Cerda
A la memoria de Ingvar Emilsson
Empecemos:
Allá por 1970, la Secretaria de Marina me asignó para visitar y coordinar futuros proyectos con un experto de la UNESCO recién llegado a México y que se encontraba en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Es así que en mi visita fui a buscar al Dr. Ingvar Emilsson, en el Instituto de Geofísica.
Me presenté y le empecé a hablar en inglés de diversos temas, entre ellos la coordinación de las actividades y próximos cruceros oceanográficos. Después de un rato de escucharme, Don Ingvar me contestó en perfecto español… Me dijo que conversáramos en ese idioma y que podía dejar por lo pronto mi folclórico inglés.
Hicimos varios cruceros juntos, llamados COSMA, donde obtuvimos excelentes resultados. Durante mis estudios de maestría en Texas A&M University, en algunas ocasiones me hacían comentarios cuestionándome algunas cuestiones metodológicas. Yo, sacaba mi escudo vikingo y les explicaba el método del Dr. Emilsson tal como me lo había enseñado. Entonces, automáticamente, cambiaban de parecer.
Cuando estábamos en aguas internacionales frente a las costas de Brasil, en una ocasión le dije a Don Ingvar que me retiraba a descansar…
– ¿Por qué Alberto?
–Doctor, llevamos 23 horas sin parar y en una hora oficialmente empieza mi turno de trabajo que son como 4 o 5 horas.
–Está bien, descanse un poco.
Ese era el maravilloso doctor, Don Ingvar Emilsson.
Gracias por esta historia breve, importante, humorístico y llena, de amor y gratitud. Así es la sabiduría. Gracias, gracias, gracias